martes, 16 de junio de 2009

Parafilias

Hola a tod@s de nuevo,

Después de haber estado casi dos meses sin escribir, a partir de hoy volvemos a la carga.

Pero antes de liarnos a hablar de sexo, os quiero comentar que se va a hacer una camiseta del blog. Este asunto está aún un poco verde, pero saldrá. Más tarde o temprano, veréis a todo un clan llevando camisetas de un blog sin demasiados lectores, pero eso sí, todos muy devotos. ¡A saco!

Hoy os quiero contar que el otro día, al volver de la verbena de San Antonio con unos colegas, veníamos hablando de no recuerdo muy bien qué, el caso es que salió la palabra coprofagia (ingesta de heces; y para gustos, colores).

Y a partir de ahí, he comenzado a investigar un poco más sobre el tema. No el de la ingesta de heces, sino el de las parafilias sexuales. Y desde luego, no os podéis imaginar la cantidad de cosas que hace la gente. Y es que, la mente y el tiempo de ocio de uno, dan para mucho.

Pero lo primero que yo me pregunto antes de nada es, quién es la persona que dice que algo es una parafilia. Porque si practicar el misionero, ella arriba o el perrito son posturas de lo más normales, no se les debe considerar parafilias, ¿o sí?

Pues lo que sucede es que esta clasificación de prácticas sexuales raras, extrañas y que no yo, sino un amigo mío practica, cambian un poco con el paso del tiempo. Según se vayan poniendo de moda, ¡vaya! Prueba de ello es que tanto el sexo oral como la mismísima masturbación fueron consideradas parafilias hasta mediados del siglo XX. Pero tranquilos amigos, que hoy por hoy no lo son, así que no os colguéis aún el cartel de parafílico.

Por ejemplo, hasta hoy la sodomía (sexo anal) está considerada una parafilia. Y es que este concúbito contra natura a pesar de ser un gran protagonista de todo filme pornográfico, no deja de causar estupor entre la multitud a la hora de practicarlo.

Y todo esto me ha hecho pensar, que el nombre de parafilia, por redundante que suene y pueda parecer, no es malo. No implica (del todo) un problema patológico, como muchos creen.

Y aunque no represente un problema patológico en sí, muchos psicólogos dicen que en las personas que llevan a cabo estas prácticas sexuales poco frecuentes (y hablamos de las más extremas); tiene que ver con que en algún momento de su vida han relacionado ese objeto o ese acto (el que provoca la excitación) con la sensación de placer, de tal manera que lo extrapolan al también placentero terreno sexual.

De todos modos, no dejo de soprenderme al leer los cientos (y digo bien, cientos) de conductas sexuales en las que la fuente predominante de placer no se encuentra en el hecho de copular, sino en alguna otra actividad. Y ésta es la propia definición de parafilia, que dicha así suena menos freaky que el propio término.

He de confesaros que yo mismo me he llevado una sorpresa, al encontrar como parafilia, algo sobre lo que os hablé hace tiempo: el Bondage. Recordáis aquello de atar a la pareja o ser atado; pues el hecho de excitarse por hacernos atar se conoce como vincilagnia y el que nos ponga lo de estar atado, merintofilia. Pero bueno, ¡qué le vamos a hacer amigos parafílicos!

En los enlaces que he linkado arriba podéis ver el listado de las más de 200 parafilias que existen actualmente. Pero para abrir boca, os dejo algunas aquí mismo para entretenernos un poco más. Espero que "disfrutéis".

Sitofilia: La sitofilia es la utilización de la comida con propósitos sexuales, como cuando uno utiliza pepinos o filetes para masturbarse. Si vas a utilizar un pepino, acuérdate de sacarlo de la nevera una hora antes.

Rinding/Gibbing: Se trata de una práctica sexual, ligeramente asquerosilla y potencialmente peligrosa, que consiste en que una mujer comienza a tragarse una loncha de bacon o cualquier otra cosa parecida mientras la sujeta con la mano. Cuando la loncha está a medio camino, con la mano que la sujetaba comienza a sacársela de la garganta. Esto provoca que a la chica le den arcadas, con lo que sus músculos vaginales se contraen y se mueven al ritmo de la arcada para goce y disfrute sexual de su compañero.

Polvo en seco: El polvo en seco, o “prison humping” en inglés, es la típica práctica que no recomendaríamos a aquellos que sufren en silencio el problema de las hemorroides. Consiste, esencialmente, en practicar sexo anal sin ningún tipo de lubricante… como máximo, algo de saliva.

Ginemimetofilia: La excitación sólo se producirá si la pareja es un travesti.

Dogging: El dogging o amomaxia digamos que es el equivalente anglosajón de lo que en nuestra tierra podría ser “irse a un oscuro” con el coche. Consiste, básicamente, en llegar con el auto a un aparcamiento más o menos apartado y montárselo con la señora mientras los peatones del lugar disfrutan con la vista. Basta una señal (que suele ser las luces del coche) para avisar al respetable público de que el espectáculo va a empezar.

Cupping: Consiste en colocar dispositivos de succión en partes diversas del cuerpo (sobre todo en los pezones) para aumentar la sensibilidad de la piel. Los aficionados al cupping hardcore utilizan los dispositivos de succión que vienen con los equipos antimordeduras de serpiente. Los aficionados al cupping en plan ultrahardcore utilizan bombas de succión eléctricas, aunque dice la gente que esto deja moratones poco estéticos.

Ipsofilia: Excitación sólo por uno mismo. No es lo mismo que masturbación, donde el objeto sexual puede ser una persona presente, una fotografía o una fantasía.

Humming: Se trata de una variación muy conocida de la mamada. La ejecutora debe tararear su canción favorita mientras se trabaja al compañero. Las vibraciones que se sienten (sobre todo en las notas bajas y graves de la melodía) añaden estimulación a la cosa.

De todas formas, os recomiendo que os leáis algunas más de los links de arriba, porque, de verdad, no tiene desperdicio. Otro rollo…

lunes, 20 de abril de 2009

Pedos vaginales

Con las luces apagadas, sólo permitiendo que entre la luz a través de las rejas de la persiana. Postura morbosa del momento, el perrito.

Disfrutando al máximo mientras juego al mete-saca con mi pareja, decido empezar a sacar el pene por completo de su vagina. Lo saco del todo y lo vuelvo a meter.

Ambos estamos perdidos en el deseo y entonces, una de esas veces en la que el pene está fuera de su vagina, una pomposa ventosidad aflora. El pedo vaginal.

A algunos de vosotros esta situación probablemente os resulte familiar. He elegido la postura del perrito para describirla, porque es de las posturas más propicias para que suceda; al fin y al cabo, la posición es muy conveniente para que se produzca un escape de aire.

Porque es eso lo que suelta un pedo vaginal, aire. Aire que queda dentro de la vagina. Pequeñas burbujas que explotan y se manifiestan como el bramido de un caballo.

Bueno, esto no es realmente así. No se manifiestan como el bramido de un caballo (a pesar de quedar muy literario); sino más bien, como un pedo normal, unás veces más sonoro que otras. Pero en ningún caso, con olores fecales. ¡Que aún hay quien cree que son lo mismo!

El comportamiento que seguimos cuando pasamos por esta situación es de lo más variopinto. Pero por regla general, a las chicas les suele resultar una situación embarazosa e incómoda; así que, no nos comportemos como capullos, por favor.

Muchos de los tíos ni tan siquiera somos conscientes de que esto puede llegar a pasar, con lo que nos resulta tan sorpresivo, que ni sabemos exactamente de dónde procede aquél sonido.

Pero una vez puestos ya en conocimiento, aprendamos a comportarnos. Cada uno tenemos nuestro carácter y nuestra forma de ser. Los habrá que tiran a la chica de la cama, esto es un decir; y los habrá que mediante una serie de movimientos sutiles, acompañados de caricias y besos, cuándo su pareja se quiera dar cuenta, las paredes de su vagina estarán sintiendo otra vez el bien agradecido pene de su galán.

Y vosotras chicas, ¡no os pongáis histéricas! ¡Estas cosas pasan! Puede ser que os saquemos de quicio, porque tenéis vergüenza en ese momento, y a nosotros nos acaba de entrar la risa floja y lo único que hacemos es descojonarnos. Pero, un pedete vaginal es un tema menor en este fascinante mundo del sexo.

Además, siempre hay cosas que se pueden hacer para intentar evitar que se produzca, aunque no siempre funcionan. Por ejemplo, no tender a meter y sacar el pene por completo demasiadas veces. De esta forma impediremos que entre demasiado aire.

Otra cosa que puede funcionar, es que vuestro chico (o vosotras mismas) os meta uno de sus dedos en la vagina y “hurgue” en ella como si quisiera encontrar algo (y no me refiero a que busque el punto G). Así puede conseguir “explotar” esa posible burbuja de aire que se puede estar formando dentro de la vagina.

Pero ya os adelanto que estos pedos vaginales son bastante comunes y no hay mucha información sobre ellos, de ahí que muchos chicos ni sepamos que existen y otras tantas chicas, a las que nunca se les ha escapado uno, tampoco sepan que les puede suceder y la vergüenza sea aún mayor cuando sucede por primera vez.

De todas formas, aunque les haya sucedido alguna vez antes con otro chico, si es la primera vez que les sucede con nosotros, esa incomodidad seguirá existiendo. Pero, al menos desde mi punto de vista, este tema de los pedos vaginales, que parece que lo estoy abordando como una catástrofe, para nada lo es.

Aquí juega un papel importante también la mala suerte. Quiero decir, que podemos estar disfrutando de un 69 de época y encontrarnos con un pedo vaginal, que para nada será igual de "agradecido" que si asomase en un misionero, ¿verdad? Pero bueno, éstos no dejan de ser gajes del oficio.

Pero una chica, ¿se puede tirar un pedo vaginal aposta?

Como hay dones para todas las virtudes, y una de éstas es también tirarse pedos vaginales como si uno, o mejor dicho, una estuviera comiendo pipas; hay quien parece, incluso, sentirse orgullosa de ello…



lunes, 13 de abril de 2009

La primera embestida

Hoy toca hablar de esa primera embestida, del momento en que, con calzoncillos y bragas en cualquier lado menos dónde deberían estar, agarramos (o agarran) nuestro pene y lo conducimos hasta la puerta de la vagina para que den comienzo los siguientes 7 u 8 minutos (para algunos 25 ó 30) de placer. Rectifico, minutos de sexo con penetración, y es que ésta parece estar sobrevalorada, ¡cómo si no se pudiera tener buen sexo sin penetración!

El caso es que a ese momento debemos de intentar dedicarle un poco de atención. Probablemente los hombres ya estemos suficientemente preparados para iniciar el coito, pero tenemos que asegurarnos de que ella también lo está.

Su vagina debe estar suficientemente lubricada, puesto que de lo contrario, el roce continuo de nuestro pene en su interior, hará que le produzca sensaciones muy incómodas de escozor. Si no usamos preservativo, nuestro propio líquido preseminal puede ayudar a que la cosa funcione.

Pero como en la mayoría de las relaciones se usan (o se deberían, para prevenir infinitas infecciones o enfermedades) preservativos, no tenemos por tanto la ayuda natural de nuestro líquido preseminal, que queda dentro del condón. Pero ahí es cuando debemos usar un lubricante. Y es que como la chica empiece a sentir esa sensación de incomodidad, no querrá seguir con lo que tenemos entre manos. Y desde luego, tanto ella como nosotros, pretendemos llegar al final de tan cálido asunto.

A lo mejor os preguntáis porqué insisto hoy en esa primera embestida, cuando lo que realmente importa es correrse. Bien, pues como no soy de ese pensamiento, os diré, que en muchísimas encuestas realizadas, los resultados han sido que se experimenta un mayor placer durante esas primeras penetraciones de cada coito.

Veamos el porqué anatómico.

Como todos sabemos, los músculos de la vagina son un tanto elásticos, es decir, “se acoplan” a lo que “se les meta”. Y en lo que adquieren la forma deseada, pues las paredes de la vagina se enfrentan a nuestro pene intentando impedir su paso. De manera que esta confrontación se traduce en mayor roce entre el pene y las paredes de la vagina.

Si a esto le sumamos que conforme la chica aumenta su excitación comienza a lubricar, la facilidad con que nuestro pene se desliza ahora por el interior de la vagina es mucho mayor; y por tanto, se pierde un poco esa sensación de máximo contacto que había antes.

Ahora pensar en la última vez que hubo “sábado, sabadete”, y probar si os acordáis. Y si no, el próximo día que tengáis la suerte de acostaros con alguien, prestar un poco de atención a esos primeros “toma y daca”.

Y ya que nos fijamos en esas primeras embestidas, pensemos un poco qué posturas serán las más idóneas para experimentar al máximo esa sensación.

Tenemos que tener en cuenta que siempre y cuando ella tenga las piernas lo más cerradas posibles, esa sensación será aún mayor.

Recordáis por ejemplo del artículo M, L ó XL, las posturas de “La gran abeja” o “La postura compresora”. Esos serían dos buenos ejemplos de posturas con las que comenzar el coito, si pretendemos aumentar las sensaciones de las primeras penetraciones.

¡Pero dejemos nuestra imaginación correr!

Sentados en una silla o en el borde de la cama. A poder ser con algún espejo enfrente (habitaciones del C. M. Ximénez de Cisneros, por ejemplo).

Continúo. El chico se sienta en el borde de la cama, y ella de espaldas a él, monta sobre sus piernas. Con las piernas cerradas, por supuesto. Aunque si conseguir introducir el pene así es complicado, puede abrirlas y una vez dentro, cerrarlas y comenzar la cabalgada.

Otras posibles posturas son las siguientes:

VARIANTE DE LA POSTURA DEL BOSTEZO


Nota 1: En esta postura tenemos que tener en cuenta que la penetración es muy profunda, por lo que debemos de tener un poco más de cuidado si decidimos comenzar la penetración con ella. ¡No seamos brutos y empujemos desde el principio como un toro!

SENTADA SOBRE ÉL



Nota 2: En ésta, por ejemplo, podríamos colocar nuestras manos debajo de sus glúteos de tal manera que ella no se tenga que mover, y seamos nosotros los que “empujemos” o incluso, la levantemos un poco para proceder a meter y sacar nuestro pene sólo durante sus primeros 8 ó 10 centímetros. Esto les gustará, ya que estamos activando las terminaciones nerviosas que tienen cerca de la entrada (o salida) de la vagina.

TENSIÓN DEL ARCO



Nota 3: En esta postura, deberíamos aprovechar (y no olvidar) para tocar sus pechos y morder su cuello. Está de espaldas a nosotros, no nos ve, con lo cual todo lo que podamos hacerle para excitarla resulta sorpresivo. Y aunque coordinar la penetración con tocar bien los pechos y morder el cuello resulta complicado; al menos podemos jugar con dejar nuestro pene dentro quieto un par de segundos mientras le tocamos los pechos y mordemos el cuello o la oreja. Éste pequeño parón nos ayuda además a retrasar algo la eyaculación.

Pero repito, imaginación al poder. Que todo lo que tenemos en la habitación, ¡sirve para algo!

jueves, 2 de abril de 2009

Qué lindos…

pechos, tetas, bufas, melones, peras… hay toda una jerga literaria sobre esta parte del cuerpo de las chicas, que nos vuelve locos a los hombres.

Nos encanta tocarlos. Sin duda. Pero eso no quiere decir que lo hagamos bien. Tirar del pezón, aplastarlos o babosearlos son claros ejemplos de lo que no hay que hacer. No basta con el empeño, o con pensar que mientras se los toques, le va a gustar sea como sea. No, no es cierto.

Y antes de nada, hay que dejar claros algunos temas. En primer lugar, tanto grandes como pequeñas desean ser tocadas. No importa el 80, 85 ó 90 de la etiqueta del sujetador, sino las terminaciones nerviosas que hay debajo de la piel. Con lo cual, ni toquemos poco a las que tienen poco, ni manoseemos continuamente a las que los tienen grandes, olvidándonos del resto de su cuerpo.

Otro objetivo que lograremos tocando esta endiablada parte del cuerpo, es que su libido aumente a niveles impresionantes (y también la nuestra; que sólo con ver unos pechos, o imaginarnos tocando los de Scarlett Johansson, ya nos sube la… ¿tensión?). Por no hablar de las chicas que con sólo tocárselos, son capaces de alcanzar el orgasmo (y las hay, aunque os pueda parecer mentira).

Otro aspecto importante, es que cerca del período menstrual, sus pechos suelen estar más grandes y apetitosos para nosotros, mientras que para ellas están hipersensibles. Si normalmente tenemos que andar con algo cuidado para no provocar dolor, en estos días mucho más. Recordemos que provocar dolor, corta mucho el rollo cuando uno está en plena faena.

¡Ah! Y sí, las chicas pueden tener un pecho más grande que el otro. Pero bajo ningún concepto tenemos que estar ahí recordándoselo, ni tampoco sólo dar placer a la mayor. A la otra también le gusta.

Y después de todos estos avisos, estoy contigo en la habitación, parque, césped o biblioteca; pero ¿cómo puedo empezar?

Vamos al artículo del beso, momento en el que jugábamos con nuestras manos alrededor de su cuello (todavía vestidos). Entonces mantenemos una detrás de la cabeza y con la otra, bajamos despacio hasta encontrar el pecho. Seguimos hasta colocar nuestra mano debajo de él. Lo sujetamos con la parte de la mano entre los dedos índice y pulgar.

A partir de ahí podemos hacer varios movimientos. Uno de ellos puede ser, con nuestro dedo pulgar, recorrer la zona externa del sujetador por dónde debería quedar aproximadamente el pezón. O también, cogiendo el pecho desde abajo, agarrando justo por encima de los aros del sujetador y describiendo movimientos circulares.

Conforme la cosa se calienta, puede ser que nuestras manos acaben entre el sujetador y los pechos. Entonces, debemos asegurarnos, que al sacar nuestras manos de aquél entresijo de tela y piel, no se quede pillada la teta con el sujetador, y se lo tenga que colocar ella. Quedaremos muy bien si lo hacemos nosotros.

Y cuando estamos semidesnudos, llega un momento clave: quitarle el sujetador. Los hay que con una mano se valen, mientras que otros necesitamos casi una lupa para ver el cierre. Práctica amigos, práctica.

El caso es que cuando el sujetador ya está en el suelo o colgado del picaporte de la puerta, nos plantamos ante los pechos y se nos cae la baba. Nos encantan. Y como nos encantan, toquémoslos.

Pasemos nuestros dedos alrededor del pecho, lejos aún del pezón y la areola. Dejando que los dedos se posen en la piel, pero sin apenas apretar. Despertemos su piel.

Imaginémonos que estamos los dos desnudos, de pie. Ella delante nuestra, pero de espaldas. Vamos por detrás, le mordemos la nuca. Y con una de nuestras manos le tocamos uno de sus pechos, mientras que con la otra acariciamos otra parte de su cuerpo, como puede ser el trasero, la espalda o incluso el costado que llega hasta el otro pecho.

La clave al tocar unos pechos suele ser hacer movimientos circulares, cuya intensidad se puede aumentar poco a poco a medida que la chica se va poniendo más y más cachonda. Nada de aplastarlos contra las costillas. Eso duele. Tampoco los amasemos, como si una bola de harina y agua se tratara.

Por supuesto, hemos de besarlos. No babosearlos, besarlos. Besarlos por completo, lamer el pezón (con cuidado). Incluso podemos combinar los movimientos con la mano, mientras lamemos el pezón.

Y también a algunas chicas les gusta que se los mordisqueen o chupen con fuerza, otras como a si fueran un bebé, etc… También soplar las zonas ya humedecidas puede despertar nuevas sensaciones.

Otro aspecto a resaltar en esto de los pechos es la unión entre la chica y su oído (esto debemos extrapolarlo a casi cualquier terreno sexual cuando tratamos con chicas). Es decir, si a la vez que tocamos, acariciamos o lamemos sus pezones, le vamos diciendo cuánto nos gustan sus pechos (o cómo de cachondos nos ponen, no olvidemos la parte salvaje que todos y todas llevamos dentro y que tanto nos gusta); conseguiremos hacerla sentir mucho más a gusto en el sexo, a la vez que, casi seguro, se portará mejor con nosotros también…

viernes, 20 de marzo de 2009

Succiona, lame, acaricia y besa

Cuatro palabras, cuatro posibles quehaceres con los que se puede aderezar una agradable y siempre bien recibida felación. Sí, ese es el tema de hoy, la felación.

No me ha resultado del todo sencillo (o más bien cómodo) informarme de este tema (pues nunca me había preguntado cuáles eran los pasos para proporcionar yo a alguien tan bienquisto placer).

Lo primero es deshacernos de todos esos comentarios acerca de placeres prohibidos y mal vistos. ¿Mal vistos? ¿Por quién? Porque por el que la recibe probablemente no lo sea. Y el resto de la gente no sabe a lo que os dedicáis cuándo afirmáis iros a dormir. No saben si vuestros voluptuosos cuerpos bailarán desnudos al son de alguna danza amazónica, o si simplemente os pondréis el pijama de abuelo correspondiente y ni charla de antes de dormir ni nada, a roncar del tirón.

Lo único en lo que yo haría hincapié, imagino igual que lo hacéis vosotras; aunque desde luego, cada cual se mete en su boca lo que quiere; es en que tengáis un poco de cuidado con ese miembro que se entremezcla con vuestra siempre complaciente lengua. Y hay dos tipos de cuidados: tratarlo bien y que esté sano.

Empecemos por lo segundo. Entiendo que llevamos quince copas encima, que en el bar sólo ponen “Yo soy tu gatita” y que el roce hace el cariño; pero agarrarnos de la camisa, llevarnos al baño, cerrar la puerta, bajarnos los pantalones y empezar a relamer el falo de un recién conocido, no es lo más saludable (o sí…).

Pensemos en ETS y en ITS (la I es de Infección). Las hay, mucha gente las tiene y ni tan siquiera lo saben. Llagas o pequeñas heridas en la boca pueden ser agujeros negros que nos transporten a uno de esos estados indeseables. Yo solo pretendo que tomemos conciencia, a mí me encanta el sexo (¡como a todos, no ha jodido!), pero no nos la juguemos (el día que eche valor a mi hipocondría, os prometo algún artículo sobre ETS, ITS…).

Pero en el mundo en el que vivimos hoy, hay soluciones para casi todo; y este desde luego es un problema menor. Lo podemos solucionar haciéndole la felación con un condón puesto. Pero lo mismo resulta un poco insípido chupar el condón; quiero decir, no es que una polla sepa a gloria (Atención: tenemos que salir de casa bien aseados) pero igual un preservativo sabe aún peor, ¿no? Pues para quien no le guste, puede emplear preservativos de sabores o incluso lubricantes de sabores. Al fin y al cabo en esos bolsos tan grandes que lleváis, una petaquita de lubricante no ocupa nada, ¡hombre!

Y ahora el otro de los cuidados: tratarlo bien. Esto mola más.

Si cuando bajáis sus pantalones aún no tiene el pene erecto, podéis empezar, por ejemplo, por relamer el tronco del pene. Humedecerlo con vuestra saliva, así ya tendremos un lubricante.

Y poco a poco, podéis ir avanzando en la cuestión. Tirar del prepucio (conocido también como “pellejo”) hacia atrás, para que el glande quede al descubierto y comenzar a lamer éste. Y si aún la tiene flácida, y no tenéis la virtud de garganta profunda para después, pues ahora es un buen momento para introducir su pene en vuestra boca hasta la misma base. Y es que eso suele resultar muy bien.

Si cuando tenéis el pene de vuestro chico en la boca, y estás haciendo los movimientos de vaivén correspondientes, acompañáis esos movimientos a otros iguales con vuestra mano, mucho mejor. Incluso realizar pequeños giros de muñeca a medida que vas recorriendo su pene son técnicas que funcionan muy bien.

También teniendo el pene dentro de la boca, podéis mover la lengua rodeando el glande. O sacarlo de vuestra boca y deslizar vuestra lengua por él, mientras a la vez alzáis vuestros ojos y veis nuestra cara de satisfacción a la vez que lográis ponernos más cachondos aún.

Y otra técnica a resaltar consiste en que, por un momento dejáis de chupar nuestro pene, pero mantenéis el movimiento de arriba a abajo con vuestra mano, a la vez que nos pedís un dedo. Un dedo con el fin de llevároslo a la boca cual polla se tratara. Al mismo tiempo, movéis vuestra mano, chupáis nuestro dedo, nos miráis a los ojos con la cara más picante de que dispongáis y, creedme, la próxima vez será el quién os pide que metáis su dedo en vuestra boca.

En cuanto a lo que a nosotros respecta, cada uno tiene sus preferencias. Y desde luego no está de más indicarlas conforme vaya siendo oportuno. Al fin y al cabo, ella busca darnos placer, y cuánto más nos dé, más satisfechos estaremos tanto ella como nosotros.

Y otro pequeño apunte, es que a muchos hombres nos gusta agarrar a las chicas del pelo o la cabeza y “empujar” para que entre cuánto más pene mejor. Esto además de llegar a incomodar a la chica puede provocar arcadas, no lo olvidemos. De todas formas, si vosotras chicas, queréis mantener el control de la “profundidad”, podéis poner una de vuestras manos sobre la base del pene.

Los grandes olvidados en este juego bucosexual suelen ser esas bolitas más o menos redondas que cuelgan justo debajo del robusto mástil que sus labios están besando. Los testículos. Éstos a veces pasan desapercibidos puesto que os obcecáis en el pene. Pues una manita (y nunca mejor dicho) puesta en los testículos, apoyando ambos dos sobre tu palma y jugando con el movimiento de tus dedos para tocarlos puede ser una opción.

¡Ah! Y no os preocupéis si por un momento os entra tos o perdéis el ritmo, nosotros no nos desviaremos de nuestro camino al arrebato final. En cuanto volváis a lo que estabais, nosotros volveremos también a ese universo de fruición y deleite en el que conseguís sumergirnos con tan sublime pericia.

domingo, 8 de marzo de 2009

¡Bésame!

Más fino el de arriba y más carnoso el de debajo. Ambos suaves y algo húmedos, sin asperezas. Tintados en un rojo pasión provocativo, vistoso y sugerente. Así son sus labios. Labios en los que su boca termina y labios con los que empieza el camino al éxtasis.

El primer paso que inaugura (o al menos debería ser lo más normal) una tarde, noche, mañana o los próximos quince minutos de placer en el descanso del trabajo, es el beso.

Pero hoy día nadie se preocupa de él. Compramos condones estriados, prelados, aquéllos que retrasan la eyaculación. Sujetadores que logran dejarnos sin respiración, braguitas transparentes o incluso de caramelo (sí, existen: http://www.encuentraregalo.com/2008/11/28/braguitas-de-caramelo/). ¡Basta ya! ¡Aprendamos a besar!

Antes de disponernos a hechizar a nadie con nuestros besos tenemos que cuidar algunos aspectos básicos de higiene. Y es que, por muy sabrosos que sean nuestros labios, si cuando abrimos la boca se escapa una halitosis capaz de dejar K.O. a cualquiera, desde luego no vamos por el buen camino.

También debemos evitar que se nos resequen o se nos agrieten los labios (cacao o vaselina, amigos). Cambia mucho lo que pensamos sobre esos labios brillantes y bien cuidados, sin pellejo colgando; a sobre unos labios que cualquiera diría que están en obras, completamente llenos de heridas.

Bueno y si antes de dar el primer beso, llevamos un caramelito o un chicle de sabor que salve el riesgo de mal aliento, probablemente nos sintamos más cómodos y seguros a la hora de besarle. De verdad, a nadie le gusta adivinar lo que el otro ha comido al mediodía.

Y ahora ya, entremos en materia.

Cuando vamos a besar a alguien por primera vez, no sabemos ni cómo le gusta ni cómo besa, con lo cual no es de extrañar que los primeros besos no resulten del todo exitosos. Si ves que el otro va muy lanzado, déjale la batuta. Te besará como a él le gusta. Tú mueve tus labios lo suficiente para no perder la musicalidad del momento. Deja que te lleven. Pero en el siguiente beso, demuéstrale cómo te gusta a ti.

Por regla general, gustan besos húmedos que no inundados. Con giros de cabeza no demasiado desbocados. Acompañados muchas veces de mordiscos en el labio inferior. Repito, en el labio inferior. Si no os lo creéis, morder el labio superior a vuestra pareja y colgáis aquí los comentarios de cómo reaccionó.

Los movimientos de la lengua son peligrosos. Por muy grande que sea nuestro apetito sexual en ese momento, no tenemos para nada que meter la lengua hasta la campanilla. Y esto sucede. Cuando nuestra calentura en el momento en el que estamos besando a alguien sobrepasa ciertos límites, nuestra lengua parece buscar algo en el fondo de la boca del otro. ¡Y eso no gusta en absoluto! Por supuesto que la lengua tiene que entrar en concurso, pero ¡cuidado!

Otra forma muy sugerente de utilizar la lengua es, por ejemplo, para lamer los labios del otro. Es decir, mientras besamos a nuestra pareja, nos apartarnos en mitad del beso, entonces ella se queda aún con los labios abiertos, y en ese momento, con nuestra lengua húmeda los repasamos por completo.

No limitéis el beso al exclusivo movimiento de los labios, la lengua y la cabeza. Tenéis dos manos, que usadas convenientemente, serían capaces de encolerizar la libido de un muerto. Y con esto no me refiero a que cuando besemos a nuestra pareja le toquemos el culo o las tetas, esos trucos los conoce todo el mundo. Aunque de todas formas, si estamos hablando de los primeros besos con una chica, lo mismo si le tocamos los pechos nos llevamos algún bofetón.

Como iba diciendo, juguemos con nuestras manos (bien cuidadas, por favor; nada de uñas negras ni cosas de ese estilo). Por ejemplo, antes de besarla, podemos pasar nuestras manos por una de sus mejillas, a la vez que la miramos a los ojos, bajamos la vista a los labios (con esto le decimos lo que viene ahora) y volvemos a mirarla a los ojos, para después besarla. Romántico, ¿verdad?

Yo recomiendo a la hora de jugar con nuestras manos, utilizar las yemas de los dedos o la palma. Tenemos más control sobre éstas que sobre el dorso de la mano. Además, al tocar con los dedos, tocamos sobre diferentes puntos (ya que tenemos cinco por mano) y las sensaciones están más repartidas. Tenemos que controlar la fuerza, de tal manera que cuánto más sutilmente pasemos la mano por su mejilla, mayor será la sensación que experimentará.

Nuestras uñas también deben participar. Pequeños arañazos, de los que no dejan marca pero transmiten enormes sensaciones de placer, dan muy buenos resultados. Justo debajo de la nuca, alrededor del cuello; antes, durante o después de cada beso. Todo vale con tal de que la sensación de placer que se experimenta con el beso, alcance la mayor magnitud posible.

Y después de los besos, los mordiscos y los provocativos arañazos quién sabe, lo mismo toca dormir acompañado. Espero que así sea…

viernes, 27 de febrero de 2009

Bondage

Cuando uno tiene ganas de mezclar buen sexo y erotismo, el Bondage puede ser una gran solución. Este Bondage consiste en maniatar a nuestra pareja. Existen formas sencillas y más complejas, formas más comunes y otras de los más extravagantes (si no, mirad la foto…).

Pero yo voy a contaros qué hacer con cosas sencillas, utilizando la vestimenta más corriente o pequeños utensilios que pueden llegar a ser juguetes de niños. Por ejemplo, ¿para qué sirve el fular de una chica?

Cuando llegamos a casa, probablemente lo lleve puesto alrededor del cuello. Pero en cuanto la temperatura empiece a subir, beso por aquí, mordisco por allá, el fular acabará en el suelo, debido al flagrante suceso que sobre la cama acontece. ¡Recojámoslo!

Obliguémosle a que se tumbe por completo mirando hacia el techo. Si rehúye: unas palabras al oído, unos mordiscos a la oreja, o mismamente un poco de “fuerza bruta” (que muchas veces buscan, y de hecho, suele ponerles bastante) pueden hacerla ceder.

A partir de ahí, podemos taparles los ojos con ese fular. Eso le hará sentirse más indefensa y a ti más poderoso, más dueño de la situación. Además, al tener los ojos tapados, esa sensación se acentúa, puesto que no sabe qué le vas a hacer con tus manos, tu pene o tu boca. Recuerda que esas son tus principales armas, pero no las únicas. Si tienes una pluma la cuál puedas pasar por sus pechos y abdomen, lograrás despertar a su piel y también sus pezones, si no lo están ya. Jugar con fruta, e incluso con un cubito de hielo son otras opciones.

Pero si no disponemos de más arsenal que con el que nuestra madre nos trajo al mundo, no pasa nada; disfrutaremos igual. Aprovechamos que ella (o él, por supuesto que aquí el papel de ciego o maniatado es tanto para ellos como para ellas, sólo que yo disfruto más mientras escribo, si relato que la maniatada es ELLA). Como decía, aprovechamos que ella no sabe lo que sucede más allá de ese fular, y comenzamos con nuestro juego de sensualidad. Sensualidad.

Se trata de portarse mal, de hacerse desear, de que tu pareja acabe pidiéndote que “le folles”. Y esto se hace calentándole. Pero bueno, esto seguro que lo sabemos hacer, solo que con el inri de que la otra persona no ve nada, es probable que nos lo diga antes que otras veces.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, cómo se está poniendo la cosa ya…

Y otra noche que lleguemos a casa con nuestra pareja, o simplemente otra noche que pillemos. Cuando estemos a lo que hay que estar, en vez de taparla los ojos, la atamos, por ejemplo, al cabecero de la cama. Pero, no lo hagamos muy fuerte. Vamos a atarle, dejándole la oportunidad para que pueda escapar.

Imaginaros la escena tal y como la describo. Cabecero de la cama en el que podemos atar cada una de sus manos, una en el lado izquierdo y otra en el derecho. Los ojos ahora no están tapados, con lo cual ella nos puede ver. Y sus tobillos tampoco están atados, de manera que sus piernas se pueden mover siguiendo la armonía sexual cotidiana.

El siguiente paso después de que la cosa empiece a estar bien caliente es pasar a sexo oral. Cunnilingus. ¿Por qué esto y no pasar al coito directamente? Estadísticamente las chicas disfrutan más con el cunnilingus que con la penetración. Una de las razones ya la vimos hace no sé cuántos artículos (recordáis aquello de “en el clítoris tienen muchísimas terminaciones nerviosas, mientras que en la vagina no tienen tantas”, y también lo de “además la mayoría de las terminaciones nerviosas de la vagina están en los primeros 5 ó 6 centímetros”; ¡no! ¡Si al final os lo vais a acabar aprendiendo!). Puede no parecerlo debido a que gimen más cuando practican el coito que cuando les hacen sexo oral, pero las señales que sus nervios envían al cerebro indican que hay más placer cuando se les practica el sexo oral.

Esto no sucede exactamente de la misma manera en los hombres, pero igualmente, podéis empezar con una felación. Nos gustará.

Empezamos con el sexo oral (recordemos que no hemos atado a nuestra pareja demasiado fuerte a la cama). Como tiene las manos atadas al cabecero de la cama, no puede agarrar las sábanas como acostumbra cuando le practico el sexo oral, o agarrame la cabeza simulando con sus manos el movimiento circular que yo sigo con mi lengua o mis labios. Está desatada, necesita agarrar algo, para poder así descargar la tensión que le provocan esas primeras sensaciones de placer.

Entonces se da cuenta de que puede escapar y lo hace. Cuando te das cuenta que se ha liberado, paras el cunnilingus te quedas de rodillas sobre la cama frente a ella; quién ferviente y fervorosa te agarrará el pene y sin pregunta alguna, lo hará suyo…

Dejémonos llevar por nuestra imaginación. Lo mismo en lugar de coger nuestro pene, puede empujarnos hacia atrás y quedar ambos con la cabeza en los pies de la cama, y ella encima con afán de revelarse y demostrarnos quién es la que manda en el juego del sexo esta noche.