viernes, 20 de marzo de 2009

Succiona, lame, acaricia y besa

Cuatro palabras, cuatro posibles quehaceres con los que se puede aderezar una agradable y siempre bien recibida felación. Sí, ese es el tema de hoy, la felación.

No me ha resultado del todo sencillo (o más bien cómodo) informarme de este tema (pues nunca me había preguntado cuáles eran los pasos para proporcionar yo a alguien tan bienquisto placer).

Lo primero es deshacernos de todos esos comentarios acerca de placeres prohibidos y mal vistos. ¿Mal vistos? ¿Por quién? Porque por el que la recibe probablemente no lo sea. Y el resto de la gente no sabe a lo que os dedicáis cuándo afirmáis iros a dormir. No saben si vuestros voluptuosos cuerpos bailarán desnudos al son de alguna danza amazónica, o si simplemente os pondréis el pijama de abuelo correspondiente y ni charla de antes de dormir ni nada, a roncar del tirón.

Lo único en lo que yo haría hincapié, imagino igual que lo hacéis vosotras; aunque desde luego, cada cual se mete en su boca lo que quiere; es en que tengáis un poco de cuidado con ese miembro que se entremezcla con vuestra siempre complaciente lengua. Y hay dos tipos de cuidados: tratarlo bien y que esté sano.

Empecemos por lo segundo. Entiendo que llevamos quince copas encima, que en el bar sólo ponen “Yo soy tu gatita” y que el roce hace el cariño; pero agarrarnos de la camisa, llevarnos al baño, cerrar la puerta, bajarnos los pantalones y empezar a relamer el falo de un recién conocido, no es lo más saludable (o sí…).

Pensemos en ETS y en ITS (la I es de Infección). Las hay, mucha gente las tiene y ni tan siquiera lo saben. Llagas o pequeñas heridas en la boca pueden ser agujeros negros que nos transporten a uno de esos estados indeseables. Yo solo pretendo que tomemos conciencia, a mí me encanta el sexo (¡como a todos, no ha jodido!), pero no nos la juguemos (el día que eche valor a mi hipocondría, os prometo algún artículo sobre ETS, ITS…).

Pero en el mundo en el que vivimos hoy, hay soluciones para casi todo; y este desde luego es un problema menor. Lo podemos solucionar haciéndole la felación con un condón puesto. Pero lo mismo resulta un poco insípido chupar el condón; quiero decir, no es que una polla sepa a gloria (Atención: tenemos que salir de casa bien aseados) pero igual un preservativo sabe aún peor, ¿no? Pues para quien no le guste, puede emplear preservativos de sabores o incluso lubricantes de sabores. Al fin y al cabo en esos bolsos tan grandes que lleváis, una petaquita de lubricante no ocupa nada, ¡hombre!

Y ahora el otro de los cuidados: tratarlo bien. Esto mola más.

Si cuando bajáis sus pantalones aún no tiene el pene erecto, podéis empezar, por ejemplo, por relamer el tronco del pene. Humedecerlo con vuestra saliva, así ya tendremos un lubricante.

Y poco a poco, podéis ir avanzando en la cuestión. Tirar del prepucio (conocido también como “pellejo”) hacia atrás, para que el glande quede al descubierto y comenzar a lamer éste. Y si aún la tiene flácida, y no tenéis la virtud de garganta profunda para después, pues ahora es un buen momento para introducir su pene en vuestra boca hasta la misma base. Y es que eso suele resultar muy bien.

Si cuando tenéis el pene de vuestro chico en la boca, y estás haciendo los movimientos de vaivén correspondientes, acompañáis esos movimientos a otros iguales con vuestra mano, mucho mejor. Incluso realizar pequeños giros de muñeca a medida que vas recorriendo su pene son técnicas que funcionan muy bien.

También teniendo el pene dentro de la boca, podéis mover la lengua rodeando el glande. O sacarlo de vuestra boca y deslizar vuestra lengua por él, mientras a la vez alzáis vuestros ojos y veis nuestra cara de satisfacción a la vez que lográis ponernos más cachondos aún.

Y otra técnica a resaltar consiste en que, por un momento dejáis de chupar nuestro pene, pero mantenéis el movimiento de arriba a abajo con vuestra mano, a la vez que nos pedís un dedo. Un dedo con el fin de llevároslo a la boca cual polla se tratara. Al mismo tiempo, movéis vuestra mano, chupáis nuestro dedo, nos miráis a los ojos con la cara más picante de que dispongáis y, creedme, la próxima vez será el quién os pide que metáis su dedo en vuestra boca.

En cuanto a lo que a nosotros respecta, cada uno tiene sus preferencias. Y desde luego no está de más indicarlas conforme vaya siendo oportuno. Al fin y al cabo, ella busca darnos placer, y cuánto más nos dé, más satisfechos estaremos tanto ella como nosotros.

Y otro pequeño apunte, es que a muchos hombres nos gusta agarrar a las chicas del pelo o la cabeza y “empujar” para que entre cuánto más pene mejor. Esto además de llegar a incomodar a la chica puede provocar arcadas, no lo olvidemos. De todas formas, si vosotras chicas, queréis mantener el control de la “profundidad”, podéis poner una de vuestras manos sobre la base del pene.

Los grandes olvidados en este juego bucosexual suelen ser esas bolitas más o menos redondas que cuelgan justo debajo del robusto mástil que sus labios están besando. Los testículos. Éstos a veces pasan desapercibidos puesto que os obcecáis en el pene. Pues una manita (y nunca mejor dicho) puesta en los testículos, apoyando ambos dos sobre tu palma y jugando con el movimiento de tus dedos para tocarlos puede ser una opción.

¡Ah! Y no os preocupéis si por un momento os entra tos o perdéis el ritmo, nosotros no nos desviaremos de nuestro camino al arrebato final. En cuanto volváis a lo que estabais, nosotros volveremos también a ese universo de fruición y deleite en el que conseguís sumergirnos con tan sublime pericia.

domingo, 8 de marzo de 2009

¡Bésame!

Más fino el de arriba y más carnoso el de debajo. Ambos suaves y algo húmedos, sin asperezas. Tintados en un rojo pasión provocativo, vistoso y sugerente. Así son sus labios. Labios en los que su boca termina y labios con los que empieza el camino al éxtasis.

El primer paso que inaugura (o al menos debería ser lo más normal) una tarde, noche, mañana o los próximos quince minutos de placer en el descanso del trabajo, es el beso.

Pero hoy día nadie se preocupa de él. Compramos condones estriados, prelados, aquéllos que retrasan la eyaculación. Sujetadores que logran dejarnos sin respiración, braguitas transparentes o incluso de caramelo (sí, existen: http://www.encuentraregalo.com/2008/11/28/braguitas-de-caramelo/). ¡Basta ya! ¡Aprendamos a besar!

Antes de disponernos a hechizar a nadie con nuestros besos tenemos que cuidar algunos aspectos básicos de higiene. Y es que, por muy sabrosos que sean nuestros labios, si cuando abrimos la boca se escapa una halitosis capaz de dejar K.O. a cualquiera, desde luego no vamos por el buen camino.

También debemos evitar que se nos resequen o se nos agrieten los labios (cacao o vaselina, amigos). Cambia mucho lo que pensamos sobre esos labios brillantes y bien cuidados, sin pellejo colgando; a sobre unos labios que cualquiera diría que están en obras, completamente llenos de heridas.

Bueno y si antes de dar el primer beso, llevamos un caramelito o un chicle de sabor que salve el riesgo de mal aliento, probablemente nos sintamos más cómodos y seguros a la hora de besarle. De verdad, a nadie le gusta adivinar lo que el otro ha comido al mediodía.

Y ahora ya, entremos en materia.

Cuando vamos a besar a alguien por primera vez, no sabemos ni cómo le gusta ni cómo besa, con lo cual no es de extrañar que los primeros besos no resulten del todo exitosos. Si ves que el otro va muy lanzado, déjale la batuta. Te besará como a él le gusta. Tú mueve tus labios lo suficiente para no perder la musicalidad del momento. Deja que te lleven. Pero en el siguiente beso, demuéstrale cómo te gusta a ti.

Por regla general, gustan besos húmedos que no inundados. Con giros de cabeza no demasiado desbocados. Acompañados muchas veces de mordiscos en el labio inferior. Repito, en el labio inferior. Si no os lo creéis, morder el labio superior a vuestra pareja y colgáis aquí los comentarios de cómo reaccionó.

Los movimientos de la lengua son peligrosos. Por muy grande que sea nuestro apetito sexual en ese momento, no tenemos para nada que meter la lengua hasta la campanilla. Y esto sucede. Cuando nuestra calentura en el momento en el que estamos besando a alguien sobrepasa ciertos límites, nuestra lengua parece buscar algo en el fondo de la boca del otro. ¡Y eso no gusta en absoluto! Por supuesto que la lengua tiene que entrar en concurso, pero ¡cuidado!

Otra forma muy sugerente de utilizar la lengua es, por ejemplo, para lamer los labios del otro. Es decir, mientras besamos a nuestra pareja, nos apartarnos en mitad del beso, entonces ella se queda aún con los labios abiertos, y en ese momento, con nuestra lengua húmeda los repasamos por completo.

No limitéis el beso al exclusivo movimiento de los labios, la lengua y la cabeza. Tenéis dos manos, que usadas convenientemente, serían capaces de encolerizar la libido de un muerto. Y con esto no me refiero a que cuando besemos a nuestra pareja le toquemos el culo o las tetas, esos trucos los conoce todo el mundo. Aunque de todas formas, si estamos hablando de los primeros besos con una chica, lo mismo si le tocamos los pechos nos llevamos algún bofetón.

Como iba diciendo, juguemos con nuestras manos (bien cuidadas, por favor; nada de uñas negras ni cosas de ese estilo). Por ejemplo, antes de besarla, podemos pasar nuestras manos por una de sus mejillas, a la vez que la miramos a los ojos, bajamos la vista a los labios (con esto le decimos lo que viene ahora) y volvemos a mirarla a los ojos, para después besarla. Romántico, ¿verdad?

Yo recomiendo a la hora de jugar con nuestras manos, utilizar las yemas de los dedos o la palma. Tenemos más control sobre éstas que sobre el dorso de la mano. Además, al tocar con los dedos, tocamos sobre diferentes puntos (ya que tenemos cinco por mano) y las sensaciones están más repartidas. Tenemos que controlar la fuerza, de tal manera que cuánto más sutilmente pasemos la mano por su mejilla, mayor será la sensación que experimentará.

Nuestras uñas también deben participar. Pequeños arañazos, de los que no dejan marca pero transmiten enormes sensaciones de placer, dan muy buenos resultados. Justo debajo de la nuca, alrededor del cuello; antes, durante o después de cada beso. Todo vale con tal de que la sensación de placer que se experimenta con el beso, alcance la mayor magnitud posible.

Y después de los besos, los mordiscos y los provocativos arañazos quién sabe, lo mismo toca dormir acompañado. Espero que así sea…