domingo, 25 de enero de 2009

¡Perdone! La calle Clítoris, ¿dónde queda?

Voy a haceros una confesión. Y consiste en que cuando yo era pequeño, y ya sabía que las cigüeñas no traían a los bebés, me preguntaba cómo se follaba exactamente. Me explico.

Yo veía que cuándo tenía el pitillo duro, éste miraba hacia adelante. Con lo cual, mis primeras suposiciones fueron, que la vagina se debería encontrar justo enfrente de él. Es decir, en el monte de Venus, dónde las chicas tienen los pelillos en forma de V vamos.

Me parecía lógico, puesto que a veces veía en la tele (no en pelis porno) a una pareja haciendo el amor de pie, y claro, que mejor manera, por antinatural que parezca, que las chicas tuvieran la vagina donde yo pensaba.

Pero por supuesto, a esa edad yo desconocía toda aquella complejidad que se escondía tras nombres tan dispares como clítoris, perineo y demás. Y ahora resulta ser uno de mis temas de interés. Y no porque tenga yo mismo un clítoris, sino precisamente por no tenerlo.

Y es que los hombre estamos dotados de un falo fácil de ver (a veces, incluso a grandes distancias), mientras ellas tienen escondido su guisante del placer.

Y realmente sabemos dónde está. Hemos abierto cientos de libros, visto miles fotos y alguna que otra película “muy muy” explicativa. Y es que hoy día en las pelis porno sacan a veces hasta el interior de la vagina.

Pero por si nos quedara alguna duda, simplemente para hacernos una ligera idea; si nos fijamos en esta foto, el clítoris quedaría aproximadamente en la cara de estas simpáticas chicas.

Pero cuando estamos tumbados con la hot girl; ambos desnudos, febriles, con ansias de pasión y mucho amor que dar; parecemos estar perdidos. Como no lo vemos, no sabemos si al tocarlo, es realmente el clítoris, o el capuchón de éste, o incluso una simple bola de pelillos de nuestra pareja.

Asegurémonos. Primer paso IMPRESCINDIBLE. Conseguir que la chica moje las braguitas. Recordemos: besos sensuales al cuello, suaves mordiscos a la oreja, caricias en sus pechos, y por qué no, un par de guarrerías al oído.

Luego, por ejemplo, ponemos la palma de nuestra mano buena en el monte de Venus. Por favor, no finjáis ser ambidiestros si no lo sois, porque puede acabar en desastre.

Después con nuestro dedo corazón extendido podemos tocar la puerta de la vagina, sin llegar a entrar en ella. Puede ser demasiado pronto. Seguimos deslizando el dedo a través de los labios mayores; y con esto, además, ayudamos que todo su genital quede bien lubricado.

Ahora, cuando ella se piense que le vamos a tocar el clítoris, le hacemos esperar un poco más. Retrocedemos, volvemos a la vagina. Y ahora sí, metemos y sacamos nuestro dedo un par de veces. Se trata de conseguir que se excite lo máximo posible antes de que nos acerquemos a su clítoris.

Cuando nos decidamos a alcanzar el clítoris, volvemos a pasar antes por los labios mayores, y siguiendo esa dirección, encontramos el guisantito del que hablaba al principio. Probablemente, a causa de nuestro lindo y rico jugueteo por los lares genitales, éste se encuentre erecto y sea fácil de reconocer.

Además, cuando lo toquemos, nos daremos cuenta, porque si hemos logrado calentar lo suficiente a la pareja, su sistema nervioso sufrirá un ligero espasmo que le hará mover ligeramente las piernas o gemir muy sucintamente.

Y una vez que ya sabemos dónde está, ahora nos toca ponernos manos a la obra. De momento, un par de consejos: suavidad y dejad que os enseñen cómo les gusta.

Suerte con la búsqueda amigos.

lunes, 19 de enero de 2009

Fin del partido. ¡A la ducha!

Practicar deporte indudablemente mejora nuestra salud. Y no sólo porque nos ayude a mantenernos en forma, sino que además, uno se llega a sentir mejor consigo mismo, libera tensiones, etc. Pero aún así, hay cosas que nos preocupan a la hora de hacer deporte; o mejor dicho, a la hora de dejar hacerlo.

Acabamos de jugar un partido de rugby en el cenagal de Paraninfo y estamos de barro hasta los ojos. Así que antes de celebrar el tercer tiempo como se merece, nos vamos a la ducha (una vez más para nuestro pesar).

Cuando jugamos en casa, me voy a duchar a la mía, nada de ducha en el polideportivo. Y para cuando jugamos fuera, ya me inventé la excusa a principios de la temporada de que tengo hongos en los pies, y por tanto, sería un poco cabrón si se los pegara a alguien.

Sucede que no es que uno cuando se ducha con el resto del equipo vaya mirando indiscretamente los rabos sueltos que circulan a su alrededor, pero, yo he jugado durante algún tiempo en un equipo de baloncesto; y cuando estás hablando con otro tío en pelotas a dos metros de distancia, pues, lo ves entero. Sin fijaciones aquí o allá.

Pero esto no puede seguir así. No hace falta que pongamos excusas para no ducharnos no porque nuestro pene sea así o asao. Y desde luego, la solución no está en esos milagrosos alargadores de penes o en lo que llaman ahora cirugía íntima. No. La solución está en no tener miedo al qué dirán.

De hecho, si acaso llegan a decir algo; desde luego no pueden decir que “la tienes pequeña” ni nada de eso. El error está en la falta de información.

De tal manera que mientras estamos en la ducha y vemos que Raboman tiene un pene de unos doce centímetros sin emporrar podemos pensar (solo si el problema nos preocupa realmente, sino no deberíamos pensar lo que sigue) que a este tipo cuando se la emporra le llega a los 18 ó 19 centímetros, por lo menos...

Pero estas medidas no son así. Son muchos los tíos que tienen una polla de diez centímetros fuera de cualquier tipo de erección, y cuando están a lo que hay que estar con una chica, les mide trece. No hay ningún cambio, únicamente se levanta y se llena un poco de sangre, y listo. Sin embargo a uno que le mida alrededor de seis centímetros, que la diferencia entre diez y seis en la ducha se nota bastante; puede ser perfectamente posible que cuando esté en el toma y daca de los Saturday Night, tenga un porrón de quince centímetros como Dios manda.

Y al fin y al cabo, cuando está dura es cuándo más importa. ¿No creéis chicas? Lo otro es sólo visual. Queda muy bien, si te duchas a menudo con más tíos, tenerla un poco más larga cuándo está flácida, pero funcionalmente... mejor más larga cuándo esté dura.

De todas formas, el tema del tamaño no es un tema que se acabe aquí ni mucho menos. Sabemos, que es el tema del que más se habla. Y los de la tele también lo saben. Todos los programas de televisión sobre sexo alcanzan sus máximas audiencia cuando sacan algo relacionado con ese tamaño que tanto nos preocupa. Por mi parte, encontraré otro rato para sacar a la luz más falsos testimonios sobre este tema.

Mientras tanto, me quedo con una frase que he leído en el libro “Verdades y Mentiras sobre Sexo” de Eva Roy. Y cito textualemte: “Más vale que tape a que pinche”.

Vosotr@s, ¿qué pensáis?

domingo, 11 de enero de 2009

Instinto animal

Se hiciera el mundo en siete días o durante millones de años a partir de un Big Bang, está claro que el hombre, y con esto me refiero a la especie, es un animal más.

Aunque existen características que nos hacen diferentes de los animales, como por ejemplo, que nuestra actividad no depende exclusivamente de necesidades biológicas; es decir, no estamos sentados frente a la pantalla del ordenador leyendo este artículo porque sea una cuestión de importancia vital, sino simplemente porque nos apetece o porque no tenemos nada mejor que hacer.

Pero aunque ahora seamos una especie superior al resto de los animales debido a nuestra evolución, ello no quiere decir que no guardemos aún aspectos de aquél entonces.

Se trata de, por ejemplo, ¿por qué nos llaman tanto la atención los pechos de una chica? No es nuestra culpa dejar de escuchar a nuestro colega con el que estamos tomando una cerveza en el bar, porque de repente, acaba de entrar una chica “con unas tetas que mejor ni te cuento”.

En momentos como ese sale nuestro instinto animal. Ahí, lo único en lo que pensamos es en que los futuros hijos que pueda yo tener con esa chica estarían bien alimentados durante sus primeros días de vida, gracias a que ella tiene unos grandes pechos, que serán capaces de albergar grandes cantidades de leche. Esto es en lo que piensa nuestro subconsciente, nuestro “yo de antaño”; porque bueno, nuestro “yo más próximo” creo que pensará en otra cosa.

Pero creéroslo, esto es verdad. Del mismo modo que ellas tienden a buscar hombres con grandes espaldas con el fin de sentirse protegidas en caso de que haya algún peligro que les aceche tanto a ellas como a sus crías. Igualmente que, si no fuera porque llevamos pantalones, y en ocasiones calzoncillos, nos mirarían “el paquete” simplemente porque en ese subconsciente también tienen grabado que “el animal de su especie, cuánto más grande la tenga, más posibilidades de procrear tendrá”.

En cuanto al trasero. Antes de que el hombre fuera capaz de ponerse erecto, y me refiero ahora a que pudiera andar de pie; cuando follaba con su pareja lo hacía, pues eso, “como un mono”. Es decir, por detrás. De tal manera que ella utilizaba su culo como arma de seducción para el hombre. Y esto no se ha quedado en hace dos millones de años ni mucho menos. No hay nada más que ver en las discotecas como mueven esa cintura con fines maquiavélicos conocedoras de lo débil que puede llegar a ser el hombre. Aunque no nos engañemos, cuando paseamos por la calle, despacio, y nos adelanta por la acera una chica con un culo de buen ver, es del tipo de cosas que le alegran a uno la mañana.

martes, 6 de enero de 2009

Regalando distinto

Un año más, llega el día de los reyes magos. Nos hemos pasado la última semana comprando cosas para mamá, papá, hermanos, amigos y novias. Y como todos los años, una camisa, una colonia, una cartera-monedero son de los regalos que más triunfan. Siempre y cuando no tengamos un hermanito pequeño al que regalar el garaje de los micro machines o el barco pirata de playmobil.

El caso es que de vez en cuando, y para determinadas personas, podemos cambiar nuestro tipo de regalo. Por ejemplo, tanto si somos padres como hermanos mayores de un chico en plena pubertad y adolescencia, podemos acompañar un juego para la play station con un libro para jóvenes en el que se traten temas que son tabúes en casa, como suele ocurrir con el sexo.

Esto puede evitar el “mal rato” que puede suponer hablarle a “nuestro pequeño” (calificativo que no se pierde a pesar de que pasen los años y uno llegue a casarse y tener hijos) acerca de sexo. Y es que claro, qué le digo, cómo empiezo… Pues si uno no va a ser capaz de hablarle sobre este tema, lo mejor, en los tiempos que corren, no es dejarlo pasar y “que aprenda como pueda, que a mí nadie me dio ninguna charla y no pasó nada”.

Y es que con la cantidad de ETS (enfermedades de transmisión sexual), embarazos no deseados, etc. que hay hoy en día, ésta no es ni con mucho una opción. Por tanto, si no le vamos a poder dar la charla y avisarle de los peligros que corren por los penes y vaginas del mundo, una buena solución es encontrar un libro con lenguaje sencillo (tampoco es necesario que se aprenda toda la fisiología genital) y que le resulte a la vez, divertido e ilustrativo.
A todos nos gusta follar. Y no porque sea nuestro hijo o nuestra hija no lo va a hacer y si lo hace no va a pasar nada, ya que es un chico formal y responsable y bla bla bla…

Si tu chico se encuentra a sus diecisiete años en un momento de calentón con su novia, cuya temperatura también ronda a la del sol, y pensaban que les quedaban preservativos, pero resulta que no. Lo mismo deciden hacer la marcha atrás ya que “él controla”, y “el liquidillo ese” no hace nada, así que “no va a pasar nada”.

Y luego pasa. Entonces, manos a la cabeza y huevos de corbata. Por suerte, si esto sucediera, existen soluciones más o menos morales, dependiendo de quién las mire, que pueden poner fin a este embarazo no deseado. Pero como esto no es lo único malo que puede suceder, y nos referimos a las ETS, e incluso al SIDA y VIH; lo mejor es informar a los jóvenes de todos estos peligros que nos acechan cada vez que queremos “mojar el churro”, no vaya a ser que el chocolate esté quemando...