lunes, 19 de enero de 2009

Fin del partido. ¡A la ducha!

Practicar deporte indudablemente mejora nuestra salud. Y no sólo porque nos ayude a mantenernos en forma, sino que además, uno se llega a sentir mejor consigo mismo, libera tensiones, etc. Pero aún así, hay cosas que nos preocupan a la hora de hacer deporte; o mejor dicho, a la hora de dejar hacerlo.

Acabamos de jugar un partido de rugby en el cenagal de Paraninfo y estamos de barro hasta los ojos. Así que antes de celebrar el tercer tiempo como se merece, nos vamos a la ducha (una vez más para nuestro pesar).

Cuando jugamos en casa, me voy a duchar a la mía, nada de ducha en el polideportivo. Y para cuando jugamos fuera, ya me inventé la excusa a principios de la temporada de que tengo hongos en los pies, y por tanto, sería un poco cabrón si se los pegara a alguien.

Sucede que no es que uno cuando se ducha con el resto del equipo vaya mirando indiscretamente los rabos sueltos que circulan a su alrededor, pero, yo he jugado durante algún tiempo en un equipo de baloncesto; y cuando estás hablando con otro tío en pelotas a dos metros de distancia, pues, lo ves entero. Sin fijaciones aquí o allá.

Pero esto no puede seguir así. No hace falta que pongamos excusas para no ducharnos no porque nuestro pene sea así o asao. Y desde luego, la solución no está en esos milagrosos alargadores de penes o en lo que llaman ahora cirugía íntima. No. La solución está en no tener miedo al qué dirán.

De hecho, si acaso llegan a decir algo; desde luego no pueden decir que “la tienes pequeña” ni nada de eso. El error está en la falta de información.

De tal manera que mientras estamos en la ducha y vemos que Raboman tiene un pene de unos doce centímetros sin emporrar podemos pensar (solo si el problema nos preocupa realmente, sino no deberíamos pensar lo que sigue) que a este tipo cuando se la emporra le llega a los 18 ó 19 centímetros, por lo menos...

Pero estas medidas no son así. Son muchos los tíos que tienen una polla de diez centímetros fuera de cualquier tipo de erección, y cuando están a lo que hay que estar con una chica, les mide trece. No hay ningún cambio, únicamente se levanta y se llena un poco de sangre, y listo. Sin embargo a uno que le mida alrededor de seis centímetros, que la diferencia entre diez y seis en la ducha se nota bastante; puede ser perfectamente posible que cuando esté en el toma y daca de los Saturday Night, tenga un porrón de quince centímetros como Dios manda.

Y al fin y al cabo, cuando está dura es cuándo más importa. ¿No creéis chicas? Lo otro es sólo visual. Queda muy bien, si te duchas a menudo con más tíos, tenerla un poco más larga cuándo está flácida, pero funcionalmente... mejor más larga cuándo esté dura.

De todas formas, el tema del tamaño no es un tema que se acabe aquí ni mucho menos. Sabemos, que es el tema del que más se habla. Y los de la tele también lo saben. Todos los programas de televisión sobre sexo alcanzan sus máximas audiencia cuando sacan algo relacionado con ese tamaño que tanto nos preocupa. Por mi parte, encontraré otro rato para sacar a la luz más falsos testimonios sobre este tema.

Mientras tanto, me quedo con una frase que he leído en el libro “Verdades y Mentiras sobre Sexo” de Eva Roy. Y cito textualemte: “Más vale que tape a que pinche”.

Vosotr@s, ¿qué pensáis?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El término emporrar ¿existía? o lo has acuñado ¿tu?...Que crack.

Preston dijo...

Hola!! Sinceramente, me has hecho dudar y lo he tenido que buscar en la RAE. Y existe. Sólo que con otra acepción: Ponerse bajo los efectos del porro (marihuana, hachís...)
Pero es una palabra que está a la orden del día en la jerga sexual entre los jóvenes. Y encima yo, que cuando hablo de estos temas me dejo llevar, pues aquí la he calzado.