lunes, 20 de abril de 2009

Pedos vaginales

Con las luces apagadas, sólo permitiendo que entre la luz a través de las rejas de la persiana. Postura morbosa del momento, el perrito.

Disfrutando al máximo mientras juego al mete-saca con mi pareja, decido empezar a sacar el pene por completo de su vagina. Lo saco del todo y lo vuelvo a meter.

Ambos estamos perdidos en el deseo y entonces, una de esas veces en la que el pene está fuera de su vagina, una pomposa ventosidad aflora. El pedo vaginal.

A algunos de vosotros esta situación probablemente os resulte familiar. He elegido la postura del perrito para describirla, porque es de las posturas más propicias para que suceda; al fin y al cabo, la posición es muy conveniente para que se produzca un escape de aire.

Porque es eso lo que suelta un pedo vaginal, aire. Aire que queda dentro de la vagina. Pequeñas burbujas que explotan y se manifiestan como el bramido de un caballo.

Bueno, esto no es realmente así. No se manifiestan como el bramido de un caballo (a pesar de quedar muy literario); sino más bien, como un pedo normal, unás veces más sonoro que otras. Pero en ningún caso, con olores fecales. ¡Que aún hay quien cree que son lo mismo!

El comportamiento que seguimos cuando pasamos por esta situación es de lo más variopinto. Pero por regla general, a las chicas les suele resultar una situación embarazosa e incómoda; así que, no nos comportemos como capullos, por favor.

Muchos de los tíos ni tan siquiera somos conscientes de que esto puede llegar a pasar, con lo que nos resulta tan sorpresivo, que ni sabemos exactamente de dónde procede aquél sonido.

Pero una vez puestos ya en conocimiento, aprendamos a comportarnos. Cada uno tenemos nuestro carácter y nuestra forma de ser. Los habrá que tiran a la chica de la cama, esto es un decir; y los habrá que mediante una serie de movimientos sutiles, acompañados de caricias y besos, cuándo su pareja se quiera dar cuenta, las paredes de su vagina estarán sintiendo otra vez el bien agradecido pene de su galán.

Y vosotras chicas, ¡no os pongáis histéricas! ¡Estas cosas pasan! Puede ser que os saquemos de quicio, porque tenéis vergüenza en ese momento, y a nosotros nos acaba de entrar la risa floja y lo único que hacemos es descojonarnos. Pero, un pedete vaginal es un tema menor en este fascinante mundo del sexo.

Además, siempre hay cosas que se pueden hacer para intentar evitar que se produzca, aunque no siempre funcionan. Por ejemplo, no tender a meter y sacar el pene por completo demasiadas veces. De esta forma impediremos que entre demasiado aire.

Otra cosa que puede funcionar, es que vuestro chico (o vosotras mismas) os meta uno de sus dedos en la vagina y “hurgue” en ella como si quisiera encontrar algo (y no me refiero a que busque el punto G). Así puede conseguir “explotar” esa posible burbuja de aire que se puede estar formando dentro de la vagina.

Pero ya os adelanto que estos pedos vaginales son bastante comunes y no hay mucha información sobre ellos, de ahí que muchos chicos ni sepamos que existen y otras tantas chicas, a las que nunca se les ha escapado uno, tampoco sepan que les puede suceder y la vergüenza sea aún mayor cuando sucede por primera vez.

De todas formas, aunque les haya sucedido alguna vez antes con otro chico, si es la primera vez que les sucede con nosotros, esa incomodidad seguirá existiendo. Pero, al menos desde mi punto de vista, este tema de los pedos vaginales, que parece que lo estoy abordando como una catástrofe, para nada lo es.

Aquí juega un papel importante también la mala suerte. Quiero decir, que podemos estar disfrutando de un 69 de época y encontrarnos con un pedo vaginal, que para nada será igual de "agradecido" que si asomase en un misionero, ¿verdad? Pero bueno, éstos no dejan de ser gajes del oficio.

Pero una chica, ¿se puede tirar un pedo vaginal aposta?

Como hay dones para todas las virtudes, y una de éstas es también tirarse pedos vaginales como si uno, o mejor dicho, una estuviera comiendo pipas; hay quien parece, incluso, sentirse orgullosa de ello…



lunes, 13 de abril de 2009

La primera embestida

Hoy toca hablar de esa primera embestida, del momento en que, con calzoncillos y bragas en cualquier lado menos dónde deberían estar, agarramos (o agarran) nuestro pene y lo conducimos hasta la puerta de la vagina para que den comienzo los siguientes 7 u 8 minutos (para algunos 25 ó 30) de placer. Rectifico, minutos de sexo con penetración, y es que ésta parece estar sobrevalorada, ¡cómo si no se pudiera tener buen sexo sin penetración!

El caso es que a ese momento debemos de intentar dedicarle un poco de atención. Probablemente los hombres ya estemos suficientemente preparados para iniciar el coito, pero tenemos que asegurarnos de que ella también lo está.

Su vagina debe estar suficientemente lubricada, puesto que de lo contrario, el roce continuo de nuestro pene en su interior, hará que le produzca sensaciones muy incómodas de escozor. Si no usamos preservativo, nuestro propio líquido preseminal puede ayudar a que la cosa funcione.

Pero como en la mayoría de las relaciones se usan (o se deberían, para prevenir infinitas infecciones o enfermedades) preservativos, no tenemos por tanto la ayuda natural de nuestro líquido preseminal, que queda dentro del condón. Pero ahí es cuando debemos usar un lubricante. Y es que como la chica empiece a sentir esa sensación de incomodidad, no querrá seguir con lo que tenemos entre manos. Y desde luego, tanto ella como nosotros, pretendemos llegar al final de tan cálido asunto.

A lo mejor os preguntáis porqué insisto hoy en esa primera embestida, cuando lo que realmente importa es correrse. Bien, pues como no soy de ese pensamiento, os diré, que en muchísimas encuestas realizadas, los resultados han sido que se experimenta un mayor placer durante esas primeras penetraciones de cada coito.

Veamos el porqué anatómico.

Como todos sabemos, los músculos de la vagina son un tanto elásticos, es decir, “se acoplan” a lo que “se les meta”. Y en lo que adquieren la forma deseada, pues las paredes de la vagina se enfrentan a nuestro pene intentando impedir su paso. De manera que esta confrontación se traduce en mayor roce entre el pene y las paredes de la vagina.

Si a esto le sumamos que conforme la chica aumenta su excitación comienza a lubricar, la facilidad con que nuestro pene se desliza ahora por el interior de la vagina es mucho mayor; y por tanto, se pierde un poco esa sensación de máximo contacto que había antes.

Ahora pensar en la última vez que hubo “sábado, sabadete”, y probar si os acordáis. Y si no, el próximo día que tengáis la suerte de acostaros con alguien, prestar un poco de atención a esos primeros “toma y daca”.

Y ya que nos fijamos en esas primeras embestidas, pensemos un poco qué posturas serán las más idóneas para experimentar al máximo esa sensación.

Tenemos que tener en cuenta que siempre y cuando ella tenga las piernas lo más cerradas posibles, esa sensación será aún mayor.

Recordáis por ejemplo del artículo M, L ó XL, las posturas de “La gran abeja” o “La postura compresora”. Esos serían dos buenos ejemplos de posturas con las que comenzar el coito, si pretendemos aumentar las sensaciones de las primeras penetraciones.

¡Pero dejemos nuestra imaginación correr!

Sentados en una silla o en el borde de la cama. A poder ser con algún espejo enfrente (habitaciones del C. M. Ximénez de Cisneros, por ejemplo).

Continúo. El chico se sienta en el borde de la cama, y ella de espaldas a él, monta sobre sus piernas. Con las piernas cerradas, por supuesto. Aunque si conseguir introducir el pene así es complicado, puede abrirlas y una vez dentro, cerrarlas y comenzar la cabalgada.

Otras posibles posturas son las siguientes:

VARIANTE DE LA POSTURA DEL BOSTEZO


Nota 1: En esta postura tenemos que tener en cuenta que la penetración es muy profunda, por lo que debemos de tener un poco más de cuidado si decidimos comenzar la penetración con ella. ¡No seamos brutos y empujemos desde el principio como un toro!

SENTADA SOBRE ÉL



Nota 2: En ésta, por ejemplo, podríamos colocar nuestras manos debajo de sus glúteos de tal manera que ella no se tenga que mover, y seamos nosotros los que “empujemos” o incluso, la levantemos un poco para proceder a meter y sacar nuestro pene sólo durante sus primeros 8 ó 10 centímetros. Esto les gustará, ya que estamos activando las terminaciones nerviosas que tienen cerca de la entrada (o salida) de la vagina.

TENSIÓN DEL ARCO



Nota 3: En esta postura, deberíamos aprovechar (y no olvidar) para tocar sus pechos y morder su cuello. Está de espaldas a nosotros, no nos ve, con lo cual todo lo que podamos hacerle para excitarla resulta sorpresivo. Y aunque coordinar la penetración con tocar bien los pechos y morder el cuello resulta complicado; al menos podemos jugar con dejar nuestro pene dentro quieto un par de segundos mientras le tocamos los pechos y mordemos el cuello o la oreja. Éste pequeño parón nos ayuda además a retrasar algo la eyaculación.

Pero repito, imaginación al poder. Que todo lo que tenemos en la habitación, ¡sirve para algo!

jueves, 2 de abril de 2009

Qué lindos…

pechos, tetas, bufas, melones, peras… hay toda una jerga literaria sobre esta parte del cuerpo de las chicas, que nos vuelve locos a los hombres.

Nos encanta tocarlos. Sin duda. Pero eso no quiere decir que lo hagamos bien. Tirar del pezón, aplastarlos o babosearlos son claros ejemplos de lo que no hay que hacer. No basta con el empeño, o con pensar que mientras se los toques, le va a gustar sea como sea. No, no es cierto.

Y antes de nada, hay que dejar claros algunos temas. En primer lugar, tanto grandes como pequeñas desean ser tocadas. No importa el 80, 85 ó 90 de la etiqueta del sujetador, sino las terminaciones nerviosas que hay debajo de la piel. Con lo cual, ni toquemos poco a las que tienen poco, ni manoseemos continuamente a las que los tienen grandes, olvidándonos del resto de su cuerpo.

Otro objetivo que lograremos tocando esta endiablada parte del cuerpo, es que su libido aumente a niveles impresionantes (y también la nuestra; que sólo con ver unos pechos, o imaginarnos tocando los de Scarlett Johansson, ya nos sube la… ¿tensión?). Por no hablar de las chicas que con sólo tocárselos, son capaces de alcanzar el orgasmo (y las hay, aunque os pueda parecer mentira).

Otro aspecto importante, es que cerca del período menstrual, sus pechos suelen estar más grandes y apetitosos para nosotros, mientras que para ellas están hipersensibles. Si normalmente tenemos que andar con algo cuidado para no provocar dolor, en estos días mucho más. Recordemos que provocar dolor, corta mucho el rollo cuando uno está en plena faena.

¡Ah! Y sí, las chicas pueden tener un pecho más grande que el otro. Pero bajo ningún concepto tenemos que estar ahí recordándoselo, ni tampoco sólo dar placer a la mayor. A la otra también le gusta.

Y después de todos estos avisos, estoy contigo en la habitación, parque, césped o biblioteca; pero ¿cómo puedo empezar?

Vamos al artículo del beso, momento en el que jugábamos con nuestras manos alrededor de su cuello (todavía vestidos). Entonces mantenemos una detrás de la cabeza y con la otra, bajamos despacio hasta encontrar el pecho. Seguimos hasta colocar nuestra mano debajo de él. Lo sujetamos con la parte de la mano entre los dedos índice y pulgar.

A partir de ahí podemos hacer varios movimientos. Uno de ellos puede ser, con nuestro dedo pulgar, recorrer la zona externa del sujetador por dónde debería quedar aproximadamente el pezón. O también, cogiendo el pecho desde abajo, agarrando justo por encima de los aros del sujetador y describiendo movimientos circulares.

Conforme la cosa se calienta, puede ser que nuestras manos acaben entre el sujetador y los pechos. Entonces, debemos asegurarnos, que al sacar nuestras manos de aquél entresijo de tela y piel, no se quede pillada la teta con el sujetador, y se lo tenga que colocar ella. Quedaremos muy bien si lo hacemos nosotros.

Y cuando estamos semidesnudos, llega un momento clave: quitarle el sujetador. Los hay que con una mano se valen, mientras que otros necesitamos casi una lupa para ver el cierre. Práctica amigos, práctica.

El caso es que cuando el sujetador ya está en el suelo o colgado del picaporte de la puerta, nos plantamos ante los pechos y se nos cae la baba. Nos encantan. Y como nos encantan, toquémoslos.

Pasemos nuestros dedos alrededor del pecho, lejos aún del pezón y la areola. Dejando que los dedos se posen en la piel, pero sin apenas apretar. Despertemos su piel.

Imaginémonos que estamos los dos desnudos, de pie. Ella delante nuestra, pero de espaldas. Vamos por detrás, le mordemos la nuca. Y con una de nuestras manos le tocamos uno de sus pechos, mientras que con la otra acariciamos otra parte de su cuerpo, como puede ser el trasero, la espalda o incluso el costado que llega hasta el otro pecho.

La clave al tocar unos pechos suele ser hacer movimientos circulares, cuya intensidad se puede aumentar poco a poco a medida que la chica se va poniendo más y más cachonda. Nada de aplastarlos contra las costillas. Eso duele. Tampoco los amasemos, como si una bola de harina y agua se tratara.

Por supuesto, hemos de besarlos. No babosearlos, besarlos. Besarlos por completo, lamer el pezón (con cuidado). Incluso podemos combinar los movimientos con la mano, mientras lamemos el pezón.

Y también a algunas chicas les gusta que se los mordisqueen o chupen con fuerza, otras como a si fueran un bebé, etc… También soplar las zonas ya humedecidas puede despertar nuevas sensaciones.

Otro aspecto a resaltar en esto de los pechos es la unión entre la chica y su oído (esto debemos extrapolarlo a casi cualquier terreno sexual cuando tratamos con chicas). Es decir, si a la vez que tocamos, acariciamos o lamemos sus pezones, le vamos diciendo cuánto nos gustan sus pechos (o cómo de cachondos nos ponen, no olvidemos la parte salvaje que todos y todas llevamos dentro y que tanto nos gusta); conseguiremos hacerla sentir mucho más a gusto en el sexo, a la vez que, casi seguro, se portará mejor con nosotros también…