lunes, 13 de abril de 2009

La primera embestida

Hoy toca hablar de esa primera embestida, del momento en que, con calzoncillos y bragas en cualquier lado menos dónde deberían estar, agarramos (o agarran) nuestro pene y lo conducimos hasta la puerta de la vagina para que den comienzo los siguientes 7 u 8 minutos (para algunos 25 ó 30) de placer. Rectifico, minutos de sexo con penetración, y es que ésta parece estar sobrevalorada, ¡cómo si no se pudiera tener buen sexo sin penetración!

El caso es que a ese momento debemos de intentar dedicarle un poco de atención. Probablemente los hombres ya estemos suficientemente preparados para iniciar el coito, pero tenemos que asegurarnos de que ella también lo está.

Su vagina debe estar suficientemente lubricada, puesto que de lo contrario, el roce continuo de nuestro pene en su interior, hará que le produzca sensaciones muy incómodas de escozor. Si no usamos preservativo, nuestro propio líquido preseminal puede ayudar a que la cosa funcione.

Pero como en la mayoría de las relaciones se usan (o se deberían, para prevenir infinitas infecciones o enfermedades) preservativos, no tenemos por tanto la ayuda natural de nuestro líquido preseminal, que queda dentro del condón. Pero ahí es cuando debemos usar un lubricante. Y es que como la chica empiece a sentir esa sensación de incomodidad, no querrá seguir con lo que tenemos entre manos. Y desde luego, tanto ella como nosotros, pretendemos llegar al final de tan cálido asunto.

A lo mejor os preguntáis porqué insisto hoy en esa primera embestida, cuando lo que realmente importa es correrse. Bien, pues como no soy de ese pensamiento, os diré, que en muchísimas encuestas realizadas, los resultados han sido que se experimenta un mayor placer durante esas primeras penetraciones de cada coito.

Veamos el porqué anatómico.

Como todos sabemos, los músculos de la vagina son un tanto elásticos, es decir, “se acoplan” a lo que “se les meta”. Y en lo que adquieren la forma deseada, pues las paredes de la vagina se enfrentan a nuestro pene intentando impedir su paso. De manera que esta confrontación se traduce en mayor roce entre el pene y las paredes de la vagina.

Si a esto le sumamos que conforme la chica aumenta su excitación comienza a lubricar, la facilidad con que nuestro pene se desliza ahora por el interior de la vagina es mucho mayor; y por tanto, se pierde un poco esa sensación de máximo contacto que había antes.

Ahora pensar en la última vez que hubo “sábado, sabadete”, y probar si os acordáis. Y si no, el próximo día que tengáis la suerte de acostaros con alguien, prestar un poco de atención a esos primeros “toma y daca”.

Y ya que nos fijamos en esas primeras embestidas, pensemos un poco qué posturas serán las más idóneas para experimentar al máximo esa sensación.

Tenemos que tener en cuenta que siempre y cuando ella tenga las piernas lo más cerradas posibles, esa sensación será aún mayor.

Recordáis por ejemplo del artículo M, L ó XL, las posturas de “La gran abeja” o “La postura compresora”. Esos serían dos buenos ejemplos de posturas con las que comenzar el coito, si pretendemos aumentar las sensaciones de las primeras penetraciones.

¡Pero dejemos nuestra imaginación correr!

Sentados en una silla o en el borde de la cama. A poder ser con algún espejo enfrente (habitaciones del C. M. Ximénez de Cisneros, por ejemplo).

Continúo. El chico se sienta en el borde de la cama, y ella de espaldas a él, monta sobre sus piernas. Con las piernas cerradas, por supuesto. Aunque si conseguir introducir el pene así es complicado, puede abrirlas y una vez dentro, cerrarlas y comenzar la cabalgada.

Otras posibles posturas son las siguientes:

VARIANTE DE LA POSTURA DEL BOSTEZO


Nota 1: En esta postura tenemos que tener en cuenta que la penetración es muy profunda, por lo que debemos de tener un poco más de cuidado si decidimos comenzar la penetración con ella. ¡No seamos brutos y empujemos desde el principio como un toro!

SENTADA SOBRE ÉL



Nota 2: En ésta, por ejemplo, podríamos colocar nuestras manos debajo de sus glúteos de tal manera que ella no se tenga que mover, y seamos nosotros los que “empujemos” o incluso, la levantemos un poco para proceder a meter y sacar nuestro pene sólo durante sus primeros 8 ó 10 centímetros. Esto les gustará, ya que estamos activando las terminaciones nerviosas que tienen cerca de la entrada (o salida) de la vagina.

TENSIÓN DEL ARCO



Nota 3: En esta postura, deberíamos aprovechar (y no olvidar) para tocar sus pechos y morder su cuello. Está de espaldas a nosotros, no nos ve, con lo cual todo lo que podamos hacerle para excitarla resulta sorpresivo. Y aunque coordinar la penetración con tocar bien los pechos y morder el cuello resulta complicado; al menos podemos jugar con dejar nuestro pene dentro quieto un par de segundos mientras le tocamos los pechos y mordemos el cuello o la oreja. Éste pequeño parón nos ayuda además a retrasar algo la eyaculación.

Pero repito, imaginación al poder. Que todo lo que tenemos en la habitación, ¡sirve para algo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos aprendimos algo en el mayor, con esas habitas llenas de curiosos rincones.

Aun me acuerdo cuando solicitaste la argolla para poner un columpio!!

me alegra ver cómo sigues aplicando el método científico a tan cálido tema.

un abrazo,

Pep