domingo, 11 de enero de 2009

Instinto animal

Se hiciera el mundo en siete días o durante millones de años a partir de un Big Bang, está claro que el hombre, y con esto me refiero a la especie, es un animal más.

Aunque existen características que nos hacen diferentes de los animales, como por ejemplo, que nuestra actividad no depende exclusivamente de necesidades biológicas; es decir, no estamos sentados frente a la pantalla del ordenador leyendo este artículo porque sea una cuestión de importancia vital, sino simplemente porque nos apetece o porque no tenemos nada mejor que hacer.

Pero aunque ahora seamos una especie superior al resto de los animales debido a nuestra evolución, ello no quiere decir que no guardemos aún aspectos de aquél entonces.

Se trata de, por ejemplo, ¿por qué nos llaman tanto la atención los pechos de una chica? No es nuestra culpa dejar de escuchar a nuestro colega con el que estamos tomando una cerveza en el bar, porque de repente, acaba de entrar una chica “con unas tetas que mejor ni te cuento”.

En momentos como ese sale nuestro instinto animal. Ahí, lo único en lo que pensamos es en que los futuros hijos que pueda yo tener con esa chica estarían bien alimentados durante sus primeros días de vida, gracias a que ella tiene unos grandes pechos, que serán capaces de albergar grandes cantidades de leche. Esto es en lo que piensa nuestro subconsciente, nuestro “yo de antaño”; porque bueno, nuestro “yo más próximo” creo que pensará en otra cosa.

Pero creéroslo, esto es verdad. Del mismo modo que ellas tienden a buscar hombres con grandes espaldas con el fin de sentirse protegidas en caso de que haya algún peligro que les aceche tanto a ellas como a sus crías. Igualmente que, si no fuera porque llevamos pantalones, y en ocasiones calzoncillos, nos mirarían “el paquete” simplemente porque en ese subconsciente también tienen grabado que “el animal de su especie, cuánto más grande la tenga, más posibilidades de procrear tendrá”.

En cuanto al trasero. Antes de que el hombre fuera capaz de ponerse erecto, y me refiero ahora a que pudiera andar de pie; cuando follaba con su pareja lo hacía, pues eso, “como un mono”. Es decir, por detrás. De tal manera que ella utilizaba su culo como arma de seducción para el hombre. Y esto no se ha quedado en hace dos millones de años ni mucho menos. No hay nada más que ver en las discotecas como mueven esa cintura con fines maquiavélicos conocedoras de lo débil que puede llegar a ser el hombre. Aunque no nos engañemos, cuando paseamos por la calle, despacio, y nos adelanta por la acera una chica con un culo de buen ver, es del tipo de cosas que le alegran a uno la mañana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer alfon cada dia te superas ;-P
pero tiene un fallo (a mi parecer):
¿como que somos una especie superior?
¿superior en que?de eso nada monada
si nos interesara más la biología, la evolución,... no diríamos estas cosas eh...
pero bueno el artículo por mi tiene un sobresaliente jeje

Preston dijo...

Gracias por tu sobresaliente Jezabel jajaja. Pero en cuanto a lo de que somos una raza superior me refiero, cognitivamente. Es decir, nosotros vamos más allá de nuestras necesidades biológicas, pretendemos adquirir nuevos conocimientos y posicionarnos en la sociedad para ser útil en ella, aunque a veces, no seamos más que simples despojos que sólo hacen que comer y dormir, y si pueden, follar...

Anónimo dijo...

Aplicando ya conocimientos psicológicos...¡Qué nivel!Paul, tú siempre jugaste en otra liga.

copazos dijo...

pero qué profesional...muy profesional incluso.
He de decir que lo de las "grandes espaldas" es completa y absulatmente cierto.



"Y en ocasiones calzoncillos" jajaj, está bien la cosa..